viernes, 10 de julio de 2009

La Izquierda hora cero

(O reflexiones en torno a las andanzas de Camilo)

por: Omar Cid
Centro Estudios Francisco Bilbao

He leído con mucha detención un par de textos que abren una polémica no sólo de interés para los militantes del partido socialista, sino de las izquierdas en su conjunto, se trata de las exposiciones difundidas en el Centro de Estudios Avance por los autores Gregorio Angelcos con su texto “Don Camilo y la doctrina de la intolerancia…” y Eduardo Rojas con su respuesta “Una crítica de la crítica a Camilo”.

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La discusión en sí corre un peligro, reducirse a la persona y actuación del actual timonel del Partido Socialista de Chile, Camilo Escalona, cuestión que me parece segundaria en beneficio de dos elementos centrales que Angelcos intuye y enfatiza: en primer lugar, el origen y desarrollo de una tecnocracia partidaria (partido de funcionarios) y el segundo, la imposibilidad de un debate serio y abierto, en el contexto de una orgánica funcional a un modelo de equilibrios políticos mediatizado por la arquitectura política denominada “Concertación de partidos por la democracia” y “Alianza por Chile” o democracia de los acuerdos, barnizada por el sistema binominal, hoy en evidente crisis.
En el caso de Rojas, hay tres argumentos sobre los cuales se hace necesario reflexionar el primero la extraña calificación de “tradición discutidora” que para un no militante del Partido Socialista -como es mi caso- suena a una especie de secuencias históricas de berrinches dentro de lo colectivo o a una pandemia de neurosis que de vez en cuando, afecta la estructura partidaria.
Si es así, ser parte de esa corriente no representa ningún merito e incluso por su ubicación en el primer párrafo del texto, si mis clases de lógica no me fallan, nos encontraríamos frente a un bello ejemplo de Argumentun ad Hominem o falacia de descalificación a la persona por sobre el argumento.
Más allá de esa primera debilidad en la respuesta, hay dos temas esbozados por Eduardo Rojas, que necesitan mayores grados de precisión, se trata de conceptos como el intelectual colectivo que acuñara eficazmente Antonio Gramci, y el de hegemonía que se desprende de la propia discusión, pero que a mi juicio, escapan absolutamente al contexto cultural y político del Chile actual. Hablando claro, el papel del intelectual colectivo fue determinante dentro de una estructura partidaria donde los militantes, adherentes y simpatizantes, jugaron un rol de primer orden, en lo que se llamó en otro momento histórico -los partidos de masas- ahí tuvo sustento la búsqueda colectiva e individual en beneficio de un proceso (revolucionario), el cual a todas luces hoy no existe.
El reclamo de Rojas a Angelcos, se hace entonces desde un paradigma hoy imaginario, lo grave es que esta constatación no afecta únicamente al Partido Socialista, se trata de la realidad de las izquierdas chilenas, atomizadas, desterritorializadas, escasas de militantes e incapaces de generar una hegemonía social, en el sentido gramciano del concepto, o sea, una sociedad civil organizada y capaz combatir las nuevas formas de dominación (de la que el PS, hoy es parte) y por otra, sentar las bases que permitan disputar todos los terrenos de lucha al modelo en ejercicio.
Hoy, el llamado socialismo ubicado en la concertación tiene otra apuesta, la hizo a finales de la década de los ochenta y la llevó a su extremo, cuando sus cúpulas ubicadas en el Senado y en la Cámara de Diputados, votaron formalmente, el ingreso de Chile al TLC con EE.UU. Ese es el momento en que el PS y su tradición nacional y popular son borradas, no se atrevían a renunciar a ciertos principios en los congresos partidarios, pero con esas firmas, Chile quedó en los hechos, optando en las urnas entre dos derechas, como lo expusiera tiempo atrás, el diputado Sergio Aguiló.
Derrotados, los pequeños grupos disidentes, optaron por diversas estrategias, las que hoy día se manifiestan en renuncias masivas y otras más bien simbólicas, donde la dirección y su rostro más visible, aparecen como una entidad inútil, amparada únicamente en una fuerza, más parecida a un poder fáctico que a una convicción intelectual y política de largo alcance.

Izquierda hora cero
Asistimos a un proceso de re-articulación del cuadro político, donde la banalidad, la simulación, el espectáculo, la insensibilidad, los personalismos a ultranza y por supuesto la corrupción, ya están instalados.
Chile, es la copia feliz del edén norteamericano, pero con antinomias difíciles de superar, el modelo cultural y político binominal pareciera tener sus horas contadas y la concertación no es la única afectada por el proceso, se trata de un fenómeno que cruza a todas las orgánicas políticas y que se acrecienta en momentos eleccionarios.
No se trata de una descomposición generalizada, son las élites dominantes, las que se re-ubican en posiciones distintas de la mesa, para continuar el mismo juego de naipes, Frei y Marco Enríquez, son los rostros visibles del nuevo escenario.
El Juntos Podemos, tampoco puede sacar cuentas alegres, de su intención de crecimiento y sumatoria, ahora resulta que poco a poco se convierte en una fuerza inepta, a la hora de sumar nuevos actores, el acuerdo suscrito con la concertación ( Frei) puede convertirse en una olla de grillos, sino se transforma en un triunfo contundente, que permita sostener a la concertación en el gobierno y abrir cupos parlamentarios para los integrantes del conglomerado.
Todos los casos descritos, de acuerdos o desacuerdos afectan a las cúpulas dirigentes, lo que indica que las salidas buscadas, no han sido sometidas a ningún tipo de consulta con los movimientos sociales, se trata entonces de una crisis que se resuelve desde arriba o en el seno mismo de la red del poder.
El mundo social, pareciera transitar en un ámbito paralelo, donde por momentos surgen vasos comunicantes, pero luego se establece la distancia, la huelga de los profesores, los días de toma y posterior desalojo de los deudores habitacionales, son muestras de una estrategia supeditada muchas veces, a las demandas de salario y protección social, sin un capital político, el apoyo al gobierno de Bachelet, es un signo del vacío existente.
Desde lado opuesto de la historia, otro sector político el (MPT) propone una construcción desde la base, donde obviamente la acción directa (protesta, toma, huelga) será empleada las veces que se necesite, hay todavía un exceso de sobre carga ideológica, que tendrá que someterse al juicio social donde podrá depurarse y lograr un paso adelante, en su apuesta orgánica, nacional y popular.
Para los que están construyendo desde las redes del poder, los resultados de las elecciones, marcarán el inicio o el fin de una apuesta, la concertación clásica en unidad al Juntos Podemos se juega la vida, su versión maquillada tipo MATRIX en formato Enríquez Ominami, se medirá en terreno con sus pares. A diferencia de otras contiendas, aquí los perdedores, no tienen como ocultar nada.
Será la hora cero, donde las cúpulas expuestas más allá de su ombligo, tendrán la oportunidad histórica de ser reconocidas en su triunfo o tendrán que reconocer la más funesta de las derrotas.
Cruzando la cordillera el ex-presidente Nestor Kichner, ante el fracaso, tuvo la valentía de renunciar de inmediato a su liderazgo, la diferencia fue estrecha, dos o tres puntos, empate técnico se diría en Chile, pero las cosas les puedo asegurar no se prestarán para dobles lecturas.
En Chile extrañamente, los generales derrotados salvan ilesos, de cuanta batalla se les ponga por delante; y de seguro sean cuales sean los resultados de diciembre, tendrán sólo dos posibilidades lavar sus derrotas o esconder la cabeza, hasta que amaine la tormenta, porque no habrá renuncias, ni pasos al costado, ni delegación de mando.



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